Investigadores de la Universidad Northwestern descubrieron que las hojas de té —especialmente las de té negro y verde— pueden reducir significativamente la cantidad de plomo presente en el agua. El hallazgo, publicado la semana pasada, muestra que los compuestos químicos naturales del té actúan como una especie de “velcro” que atrapa las moléculas de este metal pesado.
La investigación se centró en un problema persistente: millones de personas en el mundo consumen agua contaminada con plomo sin saberlo, muchas veces al preparar una simple taza de té. En Estados Unidos, por ejemplo, alrededor de nueve millones de hogares todavía reciben agua a través de cañerías que contienen plomo, según datos de la Agencia de Protección Ambiental (EPA).
Catequinas contra la contaminación
El estudio analizó distintos tipos de té —negro, verde, blanco, oolong, rooibos y de hierbas— al infusionarlos en agua contaminada. Se comprobó que las hojas de té negro, debido a su estructura rugosa tras el tostado, ofrecen una mayor capacidad para adherir partículas de plomo. El té verde mostró una eficacia similar. En cambio, el té blanco y el de manzanilla resultaron menos efectivos, por su preparación más suave o por no utilizar hojas verdaderas de té.
El elemento clave son las catequinas, compuestos naturales que se adhieren al plomo como “pequeños ganchos”, explicó Michelle Francl, química especializada en la materia. Las arrugas y formas microscópicas de las hojas también ayudan a aumentar la superficie de contacto con el metal.
Infusión prolongada, mayor protección
Según el estudio, infusionar una taza de té negro durante cinco minutos puede eliminar hasta el 15% del plomo presente en el agua. Aunque esta cantidad no alcanza para garantizar un nivel seguro —ya que, según la EPA, “no existe una exposición segura al plomo”—, representa un avance significativo, sobre todo en contextos donde no hay infraestructura para tratar el agua.
Sin embargo, los beneficios aumentan a costa del sabor: a mayor tiempo de remojo, mayor es la extracción de metales, pero también más amargo se vuelve el té. Algunas muestras del estudio fueron infusionadas por hasta 24 horas, lo que las volvió imbebibles. “No se puede tomar después de 10 minutos, y ni siquiera la sal puede arreglarlo”, bromeó Francl, recordando una polémica anterior sobre el uso de sal en el té.
Un hábito milenario con nuevos usos
Más allá de las implicancias inmediatas para la salud pública, los científicos no plantean esta técnica como una solución definitiva, sino como un primer paso hacia una alternativa de bajo costo para reducir contaminantes en el agua. Henrietta Lovell, fundadora de Rare Tea Co., destacó que el uso del té con fines medicinales tiene siglos de historia. “Cuanto más aprendo sobre el té, más fascinante me parece”, afirmó.
Según cálculos del equipo investigador, un país con alta ingesta de té podría tener hasta un 3% menos de exposición al plomo en comparación con otro sin ese hábito. Para Vinayak Dravid, autor principal del estudio, el hallazgo es una puerta abierta: “¿Con qué frecuencia llegamos a miles de millones de personas con algo que ya hacen cada día?”
Y en un mundo donde el acceso al agua potable sigue siendo un desafío global, una simple taza de té podría ser más útil de lo que imaginamos.