En silla de ruedas y con oxígeno, el pontífice supervisó en silencio las obras de restauración en la Basílica y dejó un gesto cargado de simbolismo.
Una imagen inesperada recorrió el Vaticano este jueves 10 de abril: el papa Francisco apareció en la Basílica de San Pedro vestido con un poncho argentino, en silla de ruedas y asistido con cánulas de oxígeno. La visita no estaba prevista en la agenda oficial. El pontífice quiso comprobar en persona los trabajos de restauración que había aprobado en enero de 2024 y que finalizaron en diciembre pasado.
Sin sotana y sin discursos, su sola presencia despertó emoción entre los fieles que se encontraban en el templo. Muchos se acercaron a saludarlo mientras era trasladado en silencio por el interior de la basílica. Antes de regresar a la Casa de Santa Marta, también se detuvo unos minutos ante la tumba de San Pío X.
Reaparición en medio de la recuperación
La aparición del papa se produjo apenas unos días después de que volviera a asomarse a la plaza de San Pedro, el domingo 6 de abril, durante una misa dedicada a los enfermos. Fue su primera aparición pública tras una prolongada internación por una doble neumonía que lo mantuvo alejado de la actividad litúrgica desde mediados de febrero.
En esa oportunidad, Francisco apenas pronunció unas breves palabras: “Buen domingo a todos. Muchas gracias”. Sus médicos le recomendaron limitar al máximo el esfuerzo físico y el uso de la voz, por lo que durante las últimas semanas las celebraciones estuvieron a cargo de cardenales y arzobispos, quienes leyeron sus homilías.
Una voz que sigue presente
Pese a su delicado estado de salud, el papa continúa transmitiendo sus mensajes mediante documentos escritos. En uno de ellos, dirigido a los enfermos en ocasión del Jubileo de los Enfermos, compartió: “En este momento de mi vida comparto mucho con ustedes: la experiencia de la enfermedad, de sentirnos débiles, de depender de los demás para muchas cosas. No es siempre fácil, pero es una escuela en la que aprendemos cada día a amar y a dejarnos amar”.
En ese texto también citó a Benedicto XVI, quien afirmaba que “una sociedad que no logra aceptar a los que sufren es cruel e inhumana”. Francisco insistió en que el dolor no debe ser apartado ni ocultado: “Hagamos de ello una ocasión para crecer juntos”.
Un mensaje visual
El poncho que cubría sus hombros fue interpretado como una señal de cercanía con sus raíces y con los sectores populares. No fue una aparición litúrgica, ni una intervención oficial. Fue, sobre todo, un gesto. Un mensaje silencioso pero potente sobre la dignidad del sufrimiento y el valor de lo humano cuando se muestra frágil.