Por Julio Picabea, para La Proclama.
Estamos acostumbrados a pensar que las democracias mueren únicamente a manos de hombres armados (golpes militares) como ha ocurrido a lo largo del siglo XX en diferentes países del mundo occidental. Sin embargo, en la actualidad, los golpes perpetrados por las fuerzas armadas no explican la destrucción de una democracia, sino que, aunque suene como un contrasentido, en el nuevo siglo la muerte de las democracias comienza en las urnas. Se trata de una muerte paulatina y se explica por la cooptación de las instituciones diseñadas para resguardarla. Se trata de una erosión desde “adentro” del Estado, a partir de gobiernos que en una primera instancia son electos de manera legítima, pero que buscan la perpetuidad en el poder.
El problema del deterioro democrático se inicia a partir del momento en que se pierde de vista la norma informal que expresa que debe tolerarse la disidencia y la convivencia con opciones políticas diferentes, y que el adversario político tiene las mismas posibilidades (y derecho) de participar de los procesos electorales y de formar gobierno en caso de resultar electo. Desde el instante en que el adversario se transforma en enemigo, y por ende en alguien a exterminar, comienzan los artilugios para la “subversión institucional» y la modificación de las reglas de juego en favor propio.
¿Qué quiere decir “subvertir”? Quiere decir invertir las instituciones y reglas que se han construido y consolidado con el tiempo para resguardar la democracia, en favor del partido de gobierno. En términos prácticos: cooptar la justicia y los órganos electorales, expropiar medios de comunicación privados, proscribir partidos políticos y organizaciones de la sociedad civil, reescribir las reglas electorales, comprar y/o perseguir dirigentes opositores, etc. Todo en un marco de legalidad, pero en perjuicio de la democracia. Así comienza la “muerte” desde adentro.
Esto que estamos describiendo es lo que ocurre en Venezuela, y que se ha consolidado principalmente después del fallecimiento del ex presidente Chávez. No estamos frente a un tradicional golpe militar y la toma del poder por la fuerza, sino frente a la erosión democrática desde adentro del Estado. Estamos en presencia de una democracia que se derrumbó a partir de un proceso de subversión de las instituciones en favor del régimen chavista y que fue consolidándose de manera paulatina y sostenida durante más de una década. Sin embargo, el avance sobre las instituciones no ha sido suficiente para el sostenimiento del régimen autocrático.
Diversos organismos internacionales han denunciado profundas violaciones de derechos humanos, como es el caso del “Informe Bachelet” en 2019. Además, se observan irregularidades en los últimos procesos electorales y cuestionamientos de fraude por parte de veedores y organismos internacionales. En las recientes elecciones, de los más de 5 millones de ciudadanos exiliados sólo ha podido votar el 10% y han sido proscriptos numerosos candidatos. La subversión institucional ha transformado a la antigua democracia venezolana en una autocracia que se sostiene por la fuerza.
Mg. Políticas Públicas en Universidad Austrtal
Maestrando en RR.II
Director General de EaD en Universidad UNSTA
Investigador en Fundación León